Nº 45 enero 2018

Si nos paramos a pensar por unos minutos en el origen del caballo, lo primero que se nos viene a la cabeza es una enorme pradera verde ocupada por una manada de caballos pastando libremente: los potros al lado de sus madres; los jóvenes galopando, jugando e incluso compitiendo entre ellos; y otros pastando, descansando o revolcándose. Acostumbran a frotarse el cuello los unos a los otros cuando están contentos. Por el contrario, se cocean si están enfadados.

Entre todos los miembros de una manada se establecen fuertes vínculos. Son animales sociables que se organizan entorno a una jerarquía fácilmente detectable si nos paramos a observarles unas horas. Normalmente, es una yegua veterana la que está al mando y se encarga de dirigir al grupo. La supervivencia de cada individuo depende de toda la manada. Los potros son capaces de levantarse, caminar y correr inmediatamente tras el nacimiento, ya que deben seguir a la manada. Como herbívoros que son, deben mantenerse siempre juntos y atentos ante el ataque de sus depredadores.

Volviendo a la vida actual de los caballos, y si nos paramos a analizar sus rutinas, vemos que se asemejan poco a sus condiciones naturales de vida. Sin lugar a dudas, esto supone un estrés para ellos que debemos minimizar al máximo.

El jinete y el caballo deben desarrollar una relación de primera mano en la que irán confiando poco a poco el uno en el otro. Irán conociendo sus debilidades y sus fortalezas para ayudarse y coordinarse lo mejor posible y, por tanto, sentirse más relajados en su relación diaria.

La cuadra debe ser un lugar de descanso. Una buena cama, una buena cantidad y calidad de forraje y pienso repartidos en el máximo número de tomas posibles y un ambiente calmado son fundamentales para que el caballo esté tranquilo. En caballos extremadamente nerviosos hay que evitar dietas ricas en cereales y piensos con mucho aporte de almidón y azúcares.

La visita al prado debe ser diaria. De esta forma conseguiremos mejorar su estado mental, evitar el aburrimiento y, en consecuencia, la aparición de estereotipias. Con todo ellos conseguiremos que el animal se estrese menos, trabaje menos tenso y se relaje más rápidamente una vez terminado su ejercicio diario.

Una vez que el jinete se encuentra sobre su caballo, lo principal es mantenerse siempre muy sereno y relajado. De lo contrario, el caballo se tensará y no conseguiremos nada de lo que pretendemos. Nuestros movimientos deben ser firmes y seguros, pero al mismo tiempo, delicados y extremadamente sensibles. No debemos olvidar que nuestros dedos dirigen unas riendas unidas a un hierro en la boca del caballo. Cualquier movimiento brusco, provocará una gran tensión difícil de corregir. Lo mismo ocurre con nuestras piernas y espalda. La sensibilidad es la clave de la tranquilidad.

Siempre van a existir otros factores de estrés ajenos a nosotros mismos: el transporte, la competición, ferias, exposiciones, manejo de caballos jóvenes con menos experiencia y la visita del veterinario, dentista o del herrador.

En muchos casos y como se viene haciendo desde la antigüedad, lo más fácil en estos casos es sedar a los caballos. Por suerte, disponemos de algunas sustancias naturales que nos ayudan a controlar este tipo de situaciones sin la necesidad de recurrir a los fármacos. Por ejemplo, la valeriana tiene propiedades tranquilizantes y sedativas debido a su actividad sobre neuromediadores como el GABA. Su mecanismo de acción consiste en inhibir el enzima que metaboliza el GABA en el cerebro, lo cual aumenta la concentración de GABA, causando sedación y disminución de la actividad del SNC.

Un manejo controlado de la mano de una persona con experiencia y una gran sensibilidad, apoyado por suplementos de este tipo, puede ayudar a nuestros caballos a trabajar más tranquilos y centrados.

Hasta pronto,
Noelia Zamorano, Veterinaria.

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Usos recomendados:

  • Entrenamiento y competición.
  • Transporte, cambios estresantes, …
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¿Sabías que…?

La circulación sanguínea del caballo es peor cuando la cincha oprime, además del peso del jinete. Es una buena costumbre aflojar la cincha unos minutos antes de llegar a la cuadra para que el caballo se vaya relajando al mismo tiempo que se restablece la circulación. Es una buena práctica que ayudará a evitar problemas de espalda al animal.

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